jueves, 21 de junio de 2012

Sus ojos me atraviesan como dos puñales. 
Cada instante que siento su mirada sobre mi, siento que me las piernas me fallan.
Un breve cruce es suficiente para que me salten chispas de los ojos.
Un leve roce basta para acelerar mi corazón, por ahora a salvo dentro de mi pecho.

El simple pensamiento de que esté con otra, de que desee a otra, y no a mi, me quema por dentro.
Porque yo sé muy bien lo que eso significa, conozco muy bien esa sensación, y cómo hace hervir la sangre el solo pensar, el recordar, que esos mismos brazos rodearon mi cintura alguna noche, de esas perdidas que nadie recuerda.

Y es desde esa misma noche, que no quiero que mis manos recorran otra espalda que no sea la suya...

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